En la Era COVID. Año 2, Tiempo 3, Episodio 2. Esto se me va a hacer un pelin largo.

Martes 21 de diciembre de 2021.

La diferencia entre la estupidez y la genialidad es que la genialidad tiene sus límites. Albert Einstein.

El problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta.

Si piensas que eres demasiado pequeño como para marcar la diferencia, intenta dormir con un mosquito. Dalai Lama.

Hoy es realmente el primer día de encierro, el lunes no ha sido más que un experimento.

Empezamos por el desayuno. ¿Y qué hago?. Ante la soledad pues me lo preparo yo solo. Eso sí, con el normal ritual de seguridad. Porque llevamos casi dos años haciendo cosas con seguridad. O eso parece de veces que lo repiten y repiten y repiten, tanto que las hacemos y realmente no sabemos la seguridad que le hemos puesto. A tenor de lo que se ve por ahí, pues como siempre, poca de obra, mucha de palabra.

Así que a desayunar, gel para ir al baño donde hay lavado de manos, mascarilla, respiración muy suave, tocar lo imprescindible y limpieza con alcohol de todo lo aparentemente expuesto. El premio, mi café con tostadas, aceite, tomate y pavo. Y el pan, el nuevo panecillo integral 100% de Mercadona.

Dormir, he dormido como pocas veces. Al acostarme tuve un poco más de congestión como es habitual en los catarros pero nada preocupante ni que me quitara el sueño.

Para evitar brotes psicóticos lo que he decidido hacer  es lo habitual y rutinario como aconsejaban en aquellos tiempos de los confinamientos duros. Nada de dejarse, nada de pijama perpetuo ni de abandono.

Lo primero como digo, mi desayuno, con sus rituales habituales, después vestirse y hacer la cama, revisar el móvil, WhatsApp y demás aplicaciones, redes sociales, correo electrónico y contactar con el trabajo para ver que hay.

La mañana la he gastado con llamadas de teléfono, repasando documentos y gestionando asuntos. 

No queda mal eh.  Muy serio es sí.

Es de agradecer las llamadas para preguntar que tal. No es que les de mucha importancia normalmente, pero cuando las recibes pues lo agradeces. Tampoco voy a apuntar quien llama y quien no. Eso en realidad tampoco significa nada en sí mismo.

Y llega la comida. No es mal momento porque cuando se acerca la hora el cuerpo se alegra. Lo primero es poner la tele en el ordenador para ver la ruleta, como cada día en la que llego a horas en las que está en directo, vamos en emisión. Y a comer, en un lado de la mesa el plato y al otro el ordenador.

Hoy había filetes rusos con ensalada. Ricos ricos. Y mis piezas de fruta de rigor. Luego con un rato de telediario para ver colas de gente buscando test de antígenos suficiente para poder dormir una siestecita.

La tarde se ha pasado volando. No se porqué, porque lo normal es que me desespere.

También es cierto que el Whatsapp y el Telegram echan humo. Mucho rajamos del móvil, pero el año pasado nos salvo de la semi locura y en estas situaciones se agradece un montón.

Una cosa curiosa hay con esto, cuando recibo un mensaje me aparece en la pulsera de actividad e inconscientemente me siento en la obligación de mirarlo y contestar, porque como estoy encerrado es como si no tuviera "excusa" para no hacerlo, y de verdad, que a veces estoy haciendo cosas🤣. También hay otros factores como la identidad del remitente que dan ansiedad si no lo miras, o si es el grupeto que está al otro lado de la puerta, no vaya a ser que sea algo importante como que quiero de comer, aunque nunca lo es....😁.

En fín que pasapalabra no se libra y con una tortilla untada de humus cerramos el día.









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